Hace cinco años, el presidente de EE UU, Donald Trump, cortó abruptamente su saludo a Pedro Sánchez para indicarle al presidente español dónde debía sentarse en la Cumbre del G20: fue humillante para el presidente del Gobierno de España y digna de verse.
Y en la actualidad, esa mala relación continua y aumentando en intensidad. Solo así se entiende los últimos movimientos de Pedro Sánchez. Y que Dios no coja confesados, si cabreamos al nuevo inquilino de la Casa Blanca.