Cuando murió el dictador, en este país se instauró una democracia y una monarquía parlamentaria elegida por el pueblo, al aprobar la constitución por mayoría absoluta. La democracia es el modelo de gobierno aceptado por la mayoría de países como el más óptimo para representar a la ciudadanía. Pero en España tenemos una democracia fallida o ultrajada, como me gusta denominarla a mí.
La democracia es un concepto vivo y no puede ser puramente teórico. La idea es satisfacer las necesidades de la ciudadanía, por medio de instituciones enmarcadas en el Estado. Por otro lado, el fallo de las democracias nos lleva a un retroceso que obviamente es aprovechado por personajes en busca del fracaso de la democracia, añorando tiranías del pasado y tomando como ejemplo las dictaduras de otros países, donde la antidemocracia gobierna con mano de hierro.
Personalmente hace un tiempo aún podía pensar en la democracia como el sistema más óptimo para mejorar la vida de las personas, pero “estaba equivocado”. Me fijé mucho en las organizaciones e instituciones del Estado en teoría democráticas, pero me di cuenta tarde, que en el fondo lo que conforma dichas organizaciones somos la ciudadanía. Los ciudadanos actuales somos en definitiva los que hemos contribuido a llevar al poder a políticos que no lo son, sino simples negociantes de la política. Elegidos a dedo por los líderes de los partidos y no por el pueblo, que se dedican a hacer toda clase de tropelías para enriquecerse él y sus familias.
El votante ignorante, en las naciones subdesarrolladas es la pieza vital para el fracaso de la democracia. Definamos ignorante como entes sociales que no conocen la realidad política, sin capacidad de empatía social, masificada y fácil de influir por las emociones básicas y no la razón. Este votante es el creador y legitimador de los políticos sinvergüenzas que ocupan los sistemas de poder nacional y autonómico en España. Son la pieza esencial del fracaso de la democracia, ellos legitiman a los políticos mediocres que tienen que dirigir esta nación, alcaldes mafiosos, políticos sin cultura de servicio a la ciudadanía, entre otros del conjunto de oportunistas que inundan los sistemas políticos de nuestro país, sea a nivel nacional o autonómico.
El votante ignorante vive pensando solo en su beneficio, cae en la trampa de la propaganda barata y el exceso de promesas electorales pues ha perdido la capacidad del análisis comparativo y menos histórico. Aquí está el meollo del problema de las democracias. Gente que no debería votar pues son los que ponen a gobernantes ineptos, egoístas, racistas, xenófobos etc. El ejercicio de votar es un derecho y un deber, pero no se puede permitir que el voto ignorante siga destruyendo más la democracia. Es necesario tener un plan de estudio para formar votantes ilustrados, autocríticos y con capacidad de análisis histórico. Hay que presionar para una nueva Constitución y realizar la educación política de la ciudadanía, pues esto es la parte central si una sociedad quiere evolucionar. Si queremos tener una democracia de verdad, primero se debe derrotar la ignorancia que nos hunde en la pobreza social y ahora en la pobreza cultural.
Por tanto, a mi me llena de estupor ver como los españoles vemos la corrupción como uno de los grandes problemas del país. Pero toda la indignación se queda en nada a la hora de meter la papeleta en la urna, “si me van a robar, al menos que me roben los míos” esto se lo he oído a más de uno. Y por este motivo a muchos políticos estos escándalos le salen gratis.
Para finalizar, estamos cerca de lo soportable para una sociedad en quiebra técnica y con demasiados problemas para llegar a fin de mes. Los españoles se desayunan cada día con un nuevo caso de corrupción o con nuevos detalles en torno a las tramas que nos acompañan desde hace años. Por ejemplo; Caso Bárcenas, Gürtel, caso Campeón, los ERE de Andalucía, caso Palau, Pallerols, Brugal, Pretoria, caso ITV, Malaya, Pokemon, Noós, tito Berni, Caso EDU o de los cursos de formación, Caso PSV, Caso de Juan Guerra, Caso Naseiro, Caso de los fondos reservados etc. El dinero no tiene color ni ideología y los políticos lo tienen muy claro.
Fuente, Referencia y Cita: elquintopoder